Solución a Los extraordinarios casos del Dr. Van Halen: Episodio final
La última vez que vi a la anciana, ahora eterna guardiana de la moneda Iuramentum, me habló de la puerta frÃa. Se trataba de un portal secreto localizado cerca de la población de Tyra, Suecia. En sus nevadas ventanas, además de los frios vientos del Walhalla, que no cesaban de azotar mi cara con su congelado aliento, encontré las antiguas ruinas de un templo dedicado a Hela, señora del Niflheim, el helado infierno vikingo.
Ya en el interior del templo y tras mencionar las palabras mágicas que me susurró la anciana, un portal de enormes dimensiones se desplegó ante mi como las alas de un fénix renacido.
Yo conocÃa el cruel destino al que me llevarÃa la puerta frÃa. En tiempos remotos y por gentes bárbaras nombrado, Niflheim fue para ellos su nombre. Para mÃ, el Lóbrego Reposo aguardaba paciente al otro lado.
Tras dudarlo durante unos momentos, entré a través del portal que me conducirÃa a un distante y extraño mundo. Aparecà en la Sala del Gong de la fortaleza de Bul-kadash, el hogar de Hiparión. Ante mà se materializó Angura, el mago de los demonios.
- Bienvenido de vuelta al Lóbrego Reposo, humano. Con ese portal has penetrado profundamente en las fauces de la bestia. Quizás un acto insensato o quizás el camino correcto. Este gong que aquà ves permite llamar de vuelta a Hiparión. ¡Pero cuidado! Sólo puede ser golpeado con Ka, el hacha gemela de la que blande Hiparión. Sin embargo, sin el amuleto Zorn de la fuerza te será imposible siquiera levantarla. ¡Busca ambos objetos en Bul-kadash! Por fortuna Bul-kadash yace ahora casi desierta, pues los ejércitos demoniacos aguardan en los páramos esperando a que Hiparión abra los portables para asaltar tu mundo.
- ¿Por qué me ayudas, demonio?
- Hay más en juego de lo que crees, humano. ¡Termina tu empresa con éxito y lo comprenderas!
Tras estas misteriosas palabras, el demonio Angura desapareció. Bajé por las escaleras para adentrarme en la fortaleza y comenzar mi búsqueda.
Me encaminé hacia el este hasta que llegué a la Sala de las Columnas. A partir de ahà me dirigà hacia el norte. Llegué hasta una puerta plateada que estaba cerrada. Intenté abrirla, pero no pude encontrar ningún pomo o cerradura. No estaba cerrada con el giro de una llave. Seguramente deberÃa haber algún tipo de mecanismo en alguna sala cercana que abriese la puerta. Continué hacia el norte, hasta que llegué a la Sala de la Luz.
Un misterioso resplandor iluminaba las paredes de esta sala. Tanto que no podÃa examinarlas como debiera. La voz de Angura resonó para decirme que la oscuridad guiarÃa mis manos.
Cerré los ojos y toqué las paredes con mis manos, localizando una tosca palanca que, al tirar de ella, hizo chirriar la puerta que habÃa dejado al sur. Volvà tras mis pasos y entré por la puerta plateada hasta la Sala de la Fuerza.
Sin embargo, el amuleto de la fuerza no estaba allÃ. Eso solo podÃa significar una cosa: que Hiparión lo llevaba consigo.
Volvà hasta la Sala de la Luz y desde allà me dirigà al oeste, hasta que encontré una escalera que descendÃa. Bajé, pero solo encontré unos gruñidos en una oscuridad absoluta. Asà que abrà mi maletÃn y saqué la linterna para encederla y asà poder ver que el origen de los gruñidos era un Narag, una hambrienta criatura traida de los Picos del Tormento. Afortunadamente, si no estuviera encerrada en una jaula, me devorarÃa sin darme la más mÃnima oportunidad. Lo dejé donde estaba, volvà a subir y seguà hacia el oeste hasta que llegué a la Sala de la Magia.
Busqué entre los pergaminos y encontré uno que contenÃa un hechizo de protección contra bestias del Pico de los Tormentos. Lo cogÃ, ya que me serÃa de utilidad si el Narag que encontré en la despensa se escapaba de su jaula.
Caminé hacia el sur, hasta que llegué a una Puerta Dorada.
Unos demonios armados que protegÃan la puerta me impedÃan abrirla. Todos mis intentos por deshacerme de ellos fueron en vano. Sólo me quedaba un último recurso: abrir la jaula del Narag para que él los eliminase.
Cuando iba a iniciar mi camino de vuelta a la despensa caà en que el hechizo de protección del pergamino sólo me valdrÃa una vez, por lo que con el Narag suelto por ahà no solo los guardianes de la puerta correrÃan peligro. Tarde o temprano nos cruzarÃamos por la fortaleza y acabarÃa en sus fauces. Necesitaba un plan para llevarlo de vuelta a la jaula una vez hubiese acabado con los guardianes de la puerta dorada.
Continué hacia el Sur y la fortuna se alió conmigo. Encontré un criadero de Zulrogs. Si lograba acabar con uno de esos bichos, me servirÃa de cebo para atraer al Narag de nuevo a la jaula.
Cogà mi bastón y pulsé el interruptor del pomo para sacar la afilada cuchilla del extremo del bastón. Ataqué a esos malditos zulrogs hasta que acabé con uno de ellos. Cogà el cuerpo y volvà sobre mis pasos hasta la despensa.
Leà el pergamino y a continuación abrà la jaula. El Narag huyó inmediatamente por los pasadizos de la fortaleza gruñendo y aullando. Volvà hasta la puerta dorada para comprobar que los guardias habÃan desaparecido.
Como era demasiado arriesgado moverme por la fortaleza con el Narag suelto, volvà otra a vez a la despensa para encerrarlo en la jaula. Eché el zulrog muerto en el interior de la jaula, y el Narag cayó en la trampa, por lo que cerré la jaula de inmediato. Ya podÃa moverme tranquilamente por la fortaleza.
Abrà la puerta dorada y entré en la Sala de la Guerra.
Allà estaba el hacha Ka, pero como me habÃa avisado Angura, no podÃa levantarla del suelo. HabÃa una extraña gema, que cogÃ. Angura me indicó que la gema otorgaba a su portador el poder de obtener cualquier cosa que anhelase con fuerza. Se me ocurrió una brillante idea.
Regresé a la Sala de la Fuerza y la gema cumplió su cometido al hacer aparecer el amuleto de Zorn. Lo cogà y fui de nuevo a la Sala de la Guerra para recoger el hacha de Ka, no sin antes ponerme el amuleto.
Con el hacha en mi poder, volvà a la sala para hacer sonar el gong. Se acercaba el enfretamiento final.
Tras hacer sonar el gong, se hizo el silencio. De repente, el ruido de cascos de una desenfrenada bestia llegó alto y claro desde el portal. Una gota de sudor se deslizó por mi sien mientras los furiosos bramidos de un caballo de pesadilla se acercaban veloces desde el otro lado. Ya estaba aquÃ.
- Humano, no obtendrás piedad alguna por parte de mi hacha. Cuando te postres ante mi suplicando en favor de mi perdón, cercenaré tu cabeza y la colgaré en lo más alto de Bul-kadash.
Desmontó y golpeó con violencia su descomunal hacha contra el suelo. Bul-kadash supo entonces que el amo habÃa regresado.
- Terminemos con esto – me dije.
El combate fue bestial. Apenas podÃa esquivar o saltar los ataques que lanzaba Hiperión contra mi cabeza o piernas, respectivamente. En los pocos momentos de respiro que me dejaba, le atacaba con el hacha Ka.
El combate fue extenuante, pero conseguà acabar con él. Lleno de sangrientos cortes, pude mantenerme en pie apoyado en la descomunal hacha Ka. Angura apareció entonces, despojándose de su demoniaca faz. Unas delicadas y angelicales alas se desplegaron en su ahora frágil espalda. La sonrisa de una hermosa dama asomó en su cara.
Confuso y débil observé como afuera un ardiente derretÃa la nieve y el hielo del Lóbrego Reposo. Los demonios que antaño patrullaban el desolado páramo, gozaban ahora de la apariencia de ángeles. Afuera el mundo cambiaba rápido, muy rápido.
- Este es nuestro mundo, humano – dijo la dama – Hiparión saltaba de dimensión en dimensión conquistando y corrompiendo los mundos que encontraba a su paso. Ahora mismo, cientos de mundos están despertando del largo letargo impuesto por Hiparión. Todo gracias a ti.
Arrojé la pesada hacha a un lado y observé como una hermosa hiedra crecÃa para inundar lo que fue la fortaleza de Bul-kadash. En aquel mundo tan lejano al mio, donde el infierno daba paso al azul del cielo, un único sentimiento crecÃa en mi cansado corazón: felicidad.